Bartomeu Costa-Amic
Centelles, Osona, 1911 - Ciudad de México, 2002. Editor e impresor. Antes de la guerra, Bartomeu Costa-Amic se licenció en Administración Pública en la Escuela de Funcionarios de la Generalitat de Catalunya. Fue militante del Bloque Obrero y Campesino y del POUM; en 1936, como representante de Andreu Nin, negoció el asilo de Trotski con el presidente mexicano Lázaro Cárdenas. Tras la guerra se exilió a México, donde llegó en noviembre de 1940 a bordo del barco Cuba, para instalarse, primero, en Chiapas y, en seguida, en Ciudad de México. En la capital, empezó a trabajar como impresor y editor. Fundó Ediciones Libres, con el también exiliado Julián Gorkin y los mexicanos Ermilo Abreu Gómez, José Muñoz Cota y David Castañeda, y más adelante, Publicaciones Panamericanas, con el mismo Gorkin. A mediados de 1941, fundó Ediciones Quetzal, una editorial bilingüe hispanofrancesa que pretendía hacer revivir la casa homónima creada por el aragonés R.J. Sender.

En 1942 Costa-Amic decide establecerse, utilizando un nombre con el que ya había publicado algunos libros anteriormente: "Costa-Amic, editor-impresor". Se dedicó a la edición de libros en español con carácter comercial y a la impresión para editoriales mexicanas como UTEHA, a la vez que preparaba los volúmenes de la "Biblioteca Catalana", sello con el que llegó a editar casi cincuenta libros en catalán.

En el año 1948 Bartomeu Costa-Amic fue contratado para organizar la editorial de la Secretaría de Educación de Guatemala y se marchó a vivir a la capital de ese país hasta 1954. A su vuelta a Ciudad de México, y después de replantearse la idea original de trasladarse a Ecuador, comenzó de nuevo como impresor y editor, y consiguió el reconocimiento público a su labor editorial tanto en México como en Catalunya, donde se premió, con la Cruz de Sant Jordi, su tarea de promotor de la cultura catalana en México (fue durante muchos años presidente de l'Orfeó Català de México) y de editor de la colección de libros en catalán más numerosa del exilio. Como ensayista, escribió Colón, catalán de Mallorca, sobrino de los Reyes Católicos (México, 1989) y Leon Trotski y Andreu Nin, dos asesinatos del stalinismo (México, 1994).

Diccionari d'història de Catalunya (Universitat Autònoma de Barcelona, en prensa)
Bartomeu Costa-Amic, el editor catalán de México
Teresa Fèrriz Roure (UOC-UAB)
Bartomeu Costa-Amic llegó por primera vez a México en los años de la Guerra Civil, como responsable de una misión deportiva a favor de la República Española. Durante su breve estancia, además de entrevistarse con el presidente Cárdenas, conoció a numerosos miembros de la intelectualidad mexicana y, sobre todo, observó el país y a su gente. Un aspecto que le quedó muy grabado en ese momento fue el crecimiento progresivo de un público lector que no era satisfecho por la industria editorial nacional, todavía en gestación, de modo que se dependía casi completamente de las exportaciones europeas.

Quizás por ello, cuando Bartomeu Costa-Amic volvió a México en noviembre de 1940, ahora ya como exiliado político, decidió cambiar su orientación profesional–que en Barcelona iba hacia la administración pública– e inició, con amigos y compañeros de partido, diversos proyectos relacionados con el mundo del libro, los cuales, a la vez que pretendían convertirse en negocios autosuficientes, querían servir como órganos de promoción cultural e incorporar a muchos autores inéditos al mundo cultural mexicano. Sin embargo, para llegar a ser un editor conocido y respetado y, al mismo tiempo, el editor que más libros en catalán ha publicado fuera de Catalunya, Costa tuvo que seguir un largo camino, no siempre fácil.

El primer proyecto editorial de Bartomeu Costa-Amic fue colectivo y lo organizó con el también exiliado Julià Gorkin, los mexicanos Ermilo Abreu Gómez, José Muñoz Cota y David Castañeda, además de Marceau Pivert (líder del francés Parti Socialiste et Paysen) y Víctor Sérge, el padre del pintor Vlady. Se denominó Ediciones Libres y, por falta de recursos económicos, sólo publicó tres volúmenes, entre ellos Retrato de Stalin, de Víctor Sérge.

Unos meses después, también con su amigo Gorkin, Costa-Amic emprendió las Publicaciones Panamericanas, con la ayuda económica de dos hermanos judíos de origen polaco, los Kluger. Editó algunos libros relacionados con la situación política mundial–como la traducción de ¿Adónde va Francia?, de M. Pivert–, pero también acabó fracasando: puesto que no daba beneficios y era difícil distribuir los libros, los socios capitalistas dejaron de invertir en ese proyecto.

El último intento de Costa antes de establecerse por su cuenta–estamos ya a mediados de 1941– sería Ediciones Quetzal, un intento de hacer revivir la editorial homónima creada por el aragonés R.J. Sender, quien la había cedido antes de irse a Estados Unidos. La impulsaron, juntamente con Costa, Michel Berveiller –que fue el primer director de la editorial– y también Gorkin –su jefe desde 1942 hasta 1944. Los apoyaba económicamente un grupo de hombres de negocios franceses establecidos en México y otros mexicanos que vivían en Francia.

La empresa, de ediciones bilingües, funcionó durante varios años, en gran parte gracias a sus exportaciones a la región francófona de Canadá, donde la Segunda Guerra Mundial había interrumpido las exportaciones europeas. Quetzal editó, especialmente para este mercado, una colección de más de quince clásicos franceses y mantuvo, al mismo tiempo, diversas colecciones económicas paralelas, como por ejemplo "Un Hombre y una Época", "Nuestro Tiempo" y "Cuentos y Novelas", donde se siguieron incluyendo las obras de Sender y otras nuevas, algunas dedicadas a la Guerra Civil Española.

La editorial también tuvo bastantes problemas económicos y, cuando los dos socios de Costa, Berveiller y Gorkin, vuelven a Francia, Costa se plantea establecerse por su cuenta, con el nombre bajo el que ya había publicado algunos libros anteriormente: Bartomeu Costa-Amic, editor-impresor.

Costa se instaló entonces en la calle de El Salvador (más adelante se iría a la calle López y, años más tarde, a Mesones, donde permaneció hasta mediados de los setenta). "Las condiciones iniciales de trabajo son duras", comentaba años después, "Edito libros viviendo en una 'recámara de criadas' encima de un terrado de un edificio, sin tener ni cinco. Una habitación de 2,5 por 1,70 metros por toda vivienda".

En este primer momento, Costa se dedica fundamentalmente a imprimir libros en español, de carácter comercial, y ediciones de autor. También acepta encargos de otras editoriales mexicanas, como UTEHA, con lo que compensa las pérdidas que le causaba la "Biblioteca Catalana", que inició en 1942 con una financiación de 1.000 pesos otorgada por Enric Botey. Llegaron a publicarse casi cincuenta títulos en catalán (tal como ha señalado Albert Manent, el máximo número de libros logrado por cualquier editorial en el exilio), en una progresión, en los primeros años, verdaderamente sorprendente: en julio de 1945, la "Biblioteca Catalana" ya había editado doce títulos. En abril de 1947, ya eran veinticinco, los libros publicados. "De pocos emigrados se podrá decir –comentaba Joan Sales en Quaderns de l'Exili, en diciembre de 1943–, cuando volvemos a casa, que hayan hecho tanto por mantener, en tierras exóticas, un poco de calor de patria, como del editor Costa-Amic."

Gravat català al BoixLa "Biblioteca Catalana" supuso la oportunidad de presentar Catalunya como un país con historia y cultura propias; propósitos éstos de gran importancia si recordamos la prohibición de publicar en catalán en Catalunya. La "Biblioteca", además, se convirtió en el espacio de publicación de los jóvenes valores que se estaban gestando y, sobre todo, ofreció la posibilidad a los catalanes de México de releer, en el extranjero, los clásicos de la literatura catalana. Sólo el mantenimiento y la continuación decidida de la propia tradición ayudaría a las nuevas generaciones de exiliados a trabajar con rigor y seguridad, impidiendo que las obras de creación cayeran en la ramplonería o el más folclórico memorialismo.

La primera obra publicada en la "Biblioteca Catalana" fue la reedición de El comte Arnau de Josep Maria de Sagarra. La elección del título ejemplificaba perfectamente el propósito de continuidad característico de la obra cultural catalana en el exilio: se había perdido la guerra, pero no se tenía que renunciar a la propia historia ni, sobre todo, a la lengua. Éstas podían y tenían que mantenerse en México, para regresar a Catalunya con dignidad: "[...] La iniciativa de Costa-Amic en México", comentaba uno de sus compañeros de exilio, "no tendría que ser más que un boceto de una obra editorial muy vasta que habrá que emprender en el momento del retorno: la obra de divulgar entre los catalanes la literatura catalana de todas las épocas".

Ex libris Esta misma voluntad continuadora se continuó en los volúmenes publicados en los años siguientes, que tuvieron un considerable éxito entre un público bastante politizado –principalmente ligado al Orfeó Català de México y a otros centros catalanes de América Latina–, aún lleno de la fe, la voluntad y las ilusiones de la patria perdida. Una revisión rápida de sus títulos nos muestra la presencia de escritores noveles como Agustí Bartra, Pere Matalonga o Josep Maria Murià; de autores guía (caso de Frederic Mistral y el Mireia); de políticos puestos a historiadores (Pere Foix); de catalanes que, sin ser creadores de oficio, quieren dejar testimonio de sus vivencias y pensamientos (Josep Maria Poblet, Roc d'Almenara, Artur Bladé Desumvila); de los políticos de hoy y de ayer (Jordi Arquer y Enric Prat de la Riba); de los especialistas en diferentes ramas de las ciencias y las letras (Maria Solà, Antoni Raluy); de los críticos literarios improvisados (Jordi Vallès); de historiadores que se iniciaban (J. Carner-Ribalta) Ex libris y ya consagrados (Lluís Nicolau d'Olwer), así como de los clásicos de nuestra historia literaria (Jacint Verdaguer). La colección de "Clàssics Catalans" es la más paradigmática del propósito continuador de la cultura catalana que impulsa la obra editorial en catalán de Costa, ya que nace como rechazo y, al mismo tiempo, afirmación. Rechazo del exilio inmóvil y la posguerra peninsular castrante; afirmación de vida, de comunidad, a pesar de los obstáculos del exilio. En cualquier caso, reconocimiento y recordatorio del valor per se de la literatura catalana, que podía olvidarse fácilmente entonces en beneficio de una simple supervivencia lingüística.

La espuela que impulsó la colección fue –según explica el mismo Costa– la noticia de una quema de 18.000 libros, todos obras clásicas de la literatura catalana, que los gobernantes franquistas habían celebrado en Barcelona. Inmediatamente, Costa decidió movilizarse contra este renacimiento de la inquisición y pidió a la Biblioteca del Congreso de Washington cinco microfilms de los primeros monumentos de las letras catalanas. De esta forma conseguía luchar contra el poder franquista, recordar a los compatriotas sus raíces y, además, difundir la literatura catalana – y, con ella, Catalunya– por todas partes. En este sentido, Albert Manent cuenta una anécdota bastante significativa: cuando el erudito mexicano Alfonso Reyes conoció alguno de los libros editados por Costa, aplazó una conferencia ya programada sobre cultura española de la Edad Media: "Primero quiso enterarse de toda una rama de grandes clásicos hispánicos, que desconocía", comenta Manent.

La colección sacó, entre 1946 y 1947, cinco títulos prologados por destacados prohombres catalanes: La conquesta de Mallorca, de Jaime I, con reducción y notas de Lluís Nicolau d'Olwer; El somni de Bernat Metge, también con reducción y notas de Nicolau; Poesies d'Ausiàs March; Regiment de la Cosa Pública, de Francesc Eiximenis, prologado por Antoni M. Sbert, y El llibre d'amic i amat, de Ramon Llull, con prólogo del mismo Sbert. De todos ellos, se hizo una primera edición especial de 200 ejemplares, de lujo, para bibliófilo, y otra económica.

Ex librisCon el mismo propósito de continuidad, la llamada "Petites Antologies" pretendía fijar con claridad a los poetas clásicos más próximos, aquellos que servirían de guía durante los difíciles tiempos de la posguerra: "[...] Una batalla se dará en el exilio, y por obra de Costa-Amic, contra esta ineptitud de los catalanes a asimilar y apreciar la propia poesía y el propio genio. En una serie de volúmenes sucesivos, los catalanes emigrados podrán encontrar poesías escogidas de todos nuestros grandes poetas de los siglos XIX y XX, desde los primeros románticos hasta el desastre nacional de 1939". Desgraciadamente, sólo se llegó a publicar Els primers romàntics dels Països de Llengua Catalana, compilado por Miquel i Vergés, pero su propósito de determinar a los clásicos contemporáneos se cumplió con otra colección, la llamada "Antologies Poètiques Mínimes". Estaba formada por pequeños volúmenes de entre 16 y 32 hojas; tenía un tiraje de quinientos ejemplares, que en buena parte se regalaban a los suscriptores de la "Biblioteca Catalana", y la selección casi siempre la hizo el mismo Miquel i Vergés. Se publicaron los volúmenes dedicados a Joan M. Guasch (1945), Joan Maragall (1945), Joan Alcover (1947), Josep Carner (1946), Teodor Llorente (1947) y Salvat-Papasseit (1947).

Nacionalitat catalanaDentro de la "Biblioteca Catalana", además, surgieron diversas colecciones: "Petites Antologies", "La Nostra Llengua", "Antologies Poètiques Mínimes", "Els Infants Catalans a Mèxic", "Monografies d'Art" y "Documents", que quiere iniciar, un proceso reflexivo en torno al destierro presentando a los testigos iniciales del exilio: memorias, dietarios, libros de viaje e, incluso, retratos literarios. Así, encontramos desde el paso por los campos de concentración franceses (Diari d'un refugiat, de Roc d'Almenara) hasta las primeras vivencias de un largo periplo (Terres d'Amèrica, de Josep M. Poblet). El exiliado catalán tampoco podía olvidarse de proponer algunas líneas de actuación con vistas al regreso, y, en este sentido, Costa-Amic reeditó obras tan fundamentales como La nacionalitat catalana, de Enric Prat de la Riba, y publicó, por primera vez, estudios sobre los primeros románticos de la literatura catalana, la presencia de los catalanes en el descubrimiento y la colonización de California, la etimología de la palabra Catalunya, el futuro de los Países Catalanes o los deberes políticos de la emigración.

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